sábado, 19 de octubre de 2013

La Familia y el Capitalismo



Ya escribíamos por ahí el tremendo problema que el alud capitalista significa para la vida rural, o campesina, como prefieran llamarla. También veíamos por ahí lo que la llegada de las valijas de millones y billones significó para el fútbol, o para el deporte en general. Alguien con más labia o pluma debería profundizar un poco más el tema.Pero ahora quiero referirme a un tema que conozco bastante bien y es el asunto de cómo el capitalismo se lleva puesta a la familia. Antes que nada quiero sortear esa terrible trampa que inicia una seguidilla de confusiones: cuando digo "capitalismo", no hago referencia exclusiva al capitalismo liberal, que todos defendíamos cuando los marxistas amenazaban destruírlo todo. Capitalismo es capitalismo, es la determinación de todo lo que existe desde la perspectiva del dinero masivo y anónimo. No interesa si viene de los millones de inversores bursátiles a través de una sociedad anónima, un pool, un hedge-fund, o un fondo de inversión o si viene de la recaudación de impuestos a través del Leviathan estatal. El problema no es la forma, tal como supimos creer cuando el Kremlin amenazaba esclavizarnos en Siberia. El problema es de escala. El capitalismo, sea liberal o marxista no tiene escala humana, y ese es el verdadero problema. Tal vez es el problema íntimo, el núcleo duro, y el bastión de la modernidad.
Soy padre de cinco y esposo de una por la Gracia de Dios. Dos cosas bastante normales según las leyes de la naturaleza, pero poco comunes según el estándar contemporáneo.
Suelo proclamar ambas con orgullo, y callar frente a la exclamación asombrada de "cierre de fábrica", una expresión espantosa que me causa, debo confesarlo vergüenza ajena y pudor. Nunca la ví a mi mujer como una fábrica, pero la expresión desnuda el verdadero concepto de la re-producción que ahora se tiene.
Ser padres de cinco era algo común veinte años atrás, exiguo inclusive en ciertos lugares. Tengo primos que son catorce, nueve, siete...
Hoy cinco causa estupor. No caben en el auto, "cómo van a hacer, pobrecitos". Como si no hubiéramos hecho decenas de miles de kilómetros en un Falcon sin aire acondicionado por caminos de tierra cuando nosotros mismos éramos chicos. No recuerdo haber sido infeliz por eso, sino muy feliz.
Porque la libertad capitalista occidental ha logrado en este sentido lo mismo que la China marxista: contener la tasa de natalidad por motivos económicos. Hoy tener cinco no es fácil, y mucho más difícil si la madre decide quedarse en casa a cuidar de ellos y hacerse cargo de la vida doméstica.
En algún momento de siglo XX, por alguna razón fuera de mi comprensión los varones conseguimos convencer a las mujeres acerca de nuestra importancia superior, la enorme diferencia esencial que existía entre lo que nosotros hacíamos, producir, y lo que ellas hacían, cuidar, administrar y mandar en la casa, relegadas e inútiles.
Por qué producir bienes y servicios es superior a cuidar a la propia descendencia es algo que todavía nadie supo explicar, ni claramente ni obscuramente. Es un dogma secular.
Pero hoy, acá yo lo desafío. Que alguien me lo explique.
Mi mujer lo lleva al más bajo común denominador y me lo explicó claramente hace muchos años: "vos tenés el deber de traer comida, yo tengo el deber de prepararla para que vos y los chicos coman". Confieso que no me pareció ni muy sometida ni muy degradada cuando me lo dijo, y mucho menos ahora cuando por las tardes en el trabajo pienso que ella está paseando, durmiendo la siesta, leyendo...en una palabra haciendo cosas que son útiles, buenas y bellas desde el punto de vista propiamente humano, fuera de la lógica de la producción y el consumo.
Ahora, esto trae otro problema, que es comparativo. Yo intento mantener un cierto standard, sin lujos ni estridencias, pero tampoco miserable. Debo hacerlo y soy el único ingreso familiar. No tengo dos hijos sino cinco. Pero los precios relativos de bienes y servicios, son establecidos por la libre demanda de unidades de consumo constituídas por dos ingresos y cuatro consumidores. Nosotros somos siete. No sé si se entiende lo que quiero decir: un solo ingreso, siete consumos (por ahora) compitiendo con precios relativos establecidos por un ingreso doble y cuatro consumos.
Un economista explicaría con mejor ciencia, lo que es empírico.
Ahora, lo que cualquiera podría deducir es que el costo que se paga por un ingreso menor se traduce en que al llegar a casa hay un hogar, una mujer que espera, cinco chicos bañados y contentos, con tiempo para compartir alrededor de una mesa para siete, bien servida y ordenada.
Desde un punto de vista económico, la diferencia de ingreso es el precio que se paga para comprar estas tardes agradables, sagradas, que permiten dar a los hijos más aplomo, más tranquilidad y más alegría. Creo que es un precio a pagar con gusto porque eso vale más que un LCD nuevo, un viaje a Disney, una Play Station o ese tipo de cosas que parece que necesitamos imperativamente, al punto de que tenemos que sacrificar nuestra familia para poder tenerlas.
Tal vez un día despertemos y los mandemos a todos al demonio. Lo haremos si un día somos capaces de darnos cuenta de que emplear a las mujeres, duplicó la oferta laboral, con una consiguiente barata de salarios y duplicó la tasa de consumo, ahora son dos los que gastan.
El paso siguiente, que el capitalismo ya ha explicitado, ha sido el favorecimiento de las parejas homosexuales como “target”, y los DINKs (double income-no kids, doble ingreso, sin chicos).
Decir esto en una reunión es divertido, si se está de ánimo belicoso. En general no es recomendable. Pero si se plantea como debate racional, a veces surgen cosas interesantes, para cosas que se aceptan en general, porque "ahora es así", sin que se explique la necesidad ni el por qué de que deban ser así, pero sobre todo si es que nos hacen más felices.

Creo que es por todo esto que tanto se habla del “fracaso” de la familia. Las familias no sabemos producir, no sabemos consumir. No entendemos nada…

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